He tenido el privilegio de participar en la mesa que ha cerrado Santiago Negro. Con la presentación de Lorenzo Silva, hemos estado la escritora Rosa Ribas, el propietario de la librería Negra y Criminal, Paco Camarasa, y yo. En esta última sesión, que ha registrado un lleno en el Centro Cultural de España, hemos hecho una radiografía del estado actual del género en España, del futuro de la literatura policiaca, de la búsqueda de opciones para acortar las distancias literarias entre las dos orillas del Atlántico, y hasta nos hemos permitido hacer unas cuantas recomendaciones de autores españoles.
Para mí ha sido un verdadero privilegio, no solo compartir esta última sesión, sino haber podido estar toda la semana disfrutando del placer de conversar con mis tres compañeros de la mesa de hoy y con otros autores, como Elmer Mendoza, Claudia Piñeiro, Ángel de la Calle, Juan Saturain… Ha sido verdaderamente enriquecedor escuchar sus puntos de vista sobre ficción y realidad criminal. Por eso, no me queda más que dar las gracias al Centro Cultural y a su equipo, que me han hecho pasar un gran Santiago Negro.
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Santiago huele a humo y a buenos libros
Esta mañana he debutado en Santiago Negro. He estado en la Biblioteca de Santiago junto a dos autores chilenos, Cristian Gómez y Cristian Cottet, y mi colega de El Mercurio Pedro Pablo Guerrero. El título de la mesa era Tras las pistas del género negro: cómo leer novela policial. La realidad del género en España y en Chile, la influencia de las dictaduras en los escritores de libros policiacos en uno y otro país y las dificultades de distribución de autores extranjeros en Chile han centrado una charla muy enriquecedora, que ha contado con la participación, desde el graderío del público, de Paco Camarasa, el propietario de la librería barcelonesa Negra y Criminal, una verdadera enciclopedia en la materia.
Antes de llegar a la Biblioteca y después, hemos tenido la oportunidad de ver los enfrentamientos que desde hace unas semanas mantienen los Carabineros con estudiantes que se manifiestan cada jueves por las calles de Santiago. Botes de humo y pelotas de goma de los agentes contra las piedras de los manifestantes. Refriegas más o menos aparatosas, cristales rotos, semáforos arrancados y un intenso olor a humo que se mete en la garganta allá por donde vayas. Impresiona y sorprende ver a los Carabineros con el mismo uniforme que lucían en las sombrías imágenes del golpe de 1973.
Por la tarde, he asistido a una peculiar mesa en el Centro Cultural Español, que ha reunido a Lorenzo Silva, al autor chileno Gregory Cohen y al detective de la Policía de Investigaciones (PDI) Alfredo Espinoza. La mesa versaba sobre el cine y la televisión de contenido policial. The Wire, Breaking Bad, las adaptaciones de las novelas de Chandler han sido revisadas por los ponentes. Silva, devoto de David Simon y Ed Burns –como el autor de este blog– ha afirmado que The Wire es «el gran fresco de la realidad actual norteamericana de este siglo».
Alfredo Espinoza ha hecho hincapié en el compromiso de la PDI con los derechos humanos y con la democracia y ha puesto de manifiesto el empeño de la policía chilena por normalizarse ante una sociedad que, tras 48 horas aquí, he comprobado que sigue absolutamente politizada y marcada por los terribles años de la dictadura de Pinochet y por la más que discutible forma de llevar a cabo la transición a la democracia.
La jornada ha finalizado con una mesa compuesta por guionistas y dibujantes de cómic, en la que el español Ángel de la Calle ha puesto especial énfasis en hablar del cómic como género original y como una vía más de expresión artística, equiparable a la literatura.