Las oficinas de denuncias son perfectas muestras de lo que falla y lo que funciona en la sociedad, micromundos en los que cada día se muestra lo peor, y solo algunas veces lo mejor, del ser humano.
(publicado originalmente el 19.12.2014 en zoomnews)
El hombre aguarda pacientemente su turno en la larga cola, haciendo tiempo como puede en la sala de espera de la oficina de denuncias de una comisaría de distrito madrileña, atestada, con otras veinte personas esperando. Al llegar delante de Rubén, el policía encargado de recoger las denuncias, le cuenta su problema: “Mis vecinos me están envenenando. Echan aire venenoso por las rendijas que dejan las puertas”. Rubén –nombre ficticio– ya se las sabe todas. Seis años en la ODAC (Oficina de Denuncias y Atención al Ciudadano) curten y, sobre todo, sirven para tener soluciones para casi todo. Rubén, siguiendo el consejo de un veterano subinspector, echa mano de la lista de direcciones de parroquias más cercanas y remite al denunciante a una de ellas. “Allí hay un hombre que le hará sentir bien –le dice con mucho tacto–. Pregunte por el párroco”.
Denuncias insólitas como esta llegan con frecuencia a la ODAC, el sitio natural de Rubén: “Es mi sitio, estar de cara al público. Pese a que es el destino menos reconocido y deseado de la policía, a mí me gusta, es mi destino ideal. Empecé en un zeta, en seguridad ciudadana y me dí cuenta de que no era lo mío”.
Todas las comisarías de España cuentan con una ODAC, “el lugar por el que entra todo el trabajo de la policía y, sobre todo, la puerta a la solución de los problemas”, según Rubén. La ODAC es, en muchas ocasiones, el primer punto de contacto de los ciudadanos con la policía: “La gente llega desesperada, creyendo que se le acaba el mundo porque le han robado su coche o su cartera. No puedes convertirte en un autómata; además de recoger la denuncia hay que utilizar la psicología y mostrarle al ciudadano el trabajo que se va a hacer después, quién va a investigar, que vea que hay alguna esperanza”.
Micromundos
Las oficinas de denuncias son perfectas muestras de lo que falla y lo que funciona en la sociedad, micromundos en los que cada día se muestra lo peor del ser humano. Rubén disfruta de su trabaja en la ODAC de una de las comisarías más movidas de Madrid, aunque a veces la realidad le arrolla: “Me gusta estar aquí, creo que estoy preparado para ello, pero a veces quizás tengo demasiada sensibilidad, me afecta más de la cuenta lo que veo y algunos días no soy capaz ni de comer”.
Agresiones sexuales, violencia doméstica y, sobre todo, cualquier delito del que sean víctimas los menores son los sapos que peor digiere Rubén: “He visto a padres y a madres emplear a sus hijos como arma arrojadiza y me horroriza. Recuerdo un tipo que para hacer daño a su mujer rapaba al cero a sus hijos o los teñía el pelo de rosa”.
Convivir con lo peor de la sociedad es, para Rubén, un método de aprendizaje: “Estar aquí te ayuda a evolucionar, es una permanente reeducación, aprendes con los errores de los demás y creo que te conviertes en una persona mucho mejor”. Los reporteros de sucesos solemos decir que somos unos privilegiados, porque en nuestro trabajo tenemos acceso a lo mejor y a lo peor de nuestro mundo. Y un día en la ODAC sirve para comprobarlo.
Mano izquierda
Una mujer rumana llega llorando, inconsolable, a la oficina de denuncias. Había logrado ahorrar 3.000 euros para volver a su país y le han robado el dinero, las maletas y la documentación. No tiene nada ni a nadie en un país en el que le ha costado años labrarse un futuro y segundos que alguien se lo arrebate. Rubén se ha encontrado muchas veces ante esta situación y el ángel custodio que lleva dentro sale en esas ocasiones: “Les doy mi comida, muchas veces hasta 20 euros… Pero, como yo, muchos de los que trabajan en las ODAC, porque te das cuentas de que esa gente está en una situación límite y todo lo que puedes hacer es darles consuelo y avisar al SAMUR social, un servicio que funciona de maravilla”.
La mano izquierda y el guante de fina seda para los delitos sexuales; la psicología para convencer al ciudadano de que su denuncia no dormirá el sueño de los justos y, por encima de todo, la bonhomía, son las armas de Rubén: “A la que hoy es una de mis mejores amigas la conocí porque le robaron en Barajas y el único documento que tenía para regresar a Italia, donde trabajaba, era su carnet de conducir y a la línea aérea no le servía a efecto identificativo. La llevé al aeropuerto, me identifiqué como policía y convencí a la encargada del embarque para que la dejasen subir al avión”.
Sin necesidad de maquillar estadísticas, en la ODAC saben qué delitos suben, en qué zonas, quiénes son las víctimas más vulnerables… En una jornada de trabajo por allí pasan robos con fuerza, con violencia, pensiones impagadas, lesiones, amenazas, estafas y alguien que asegura que le espían desde satélites. Rubén vuelve a tirar de su lista de parroquias. Un día cualquiera en la oficina de denuncias.