José Bretón ha llegado a la sala perfectamente peinado, con un corte de pelo reciente y una camisa blanca de rayas. Más delgado que en las últimas comparecencias, con ese aspecto casi insignificante. Se ha sentado y cuando su abogado ha pedido que le retirasen los grilletes, ha levantado sus pequeñas y huesudas manos, esas con la que la fiscal y la abogada de la acusación han asegurado que quitó la vida de sus hijos, Ruth y José el 8 de octubre de 2011. Hoy ha comenzado el juicio, una vista que finalizará con la lectura del veredicto que deben dar los nueve componentes del jurado seleccionado hoy y que, como bien ha dicho el defensor de Bretón, José María Sánchez de Puerta, es muy difícil que no estén contaminados por lo visto, leído u oído desde que ocurrieron los hechos.
Bretón encarnará estos días en el imaginario popular la figura del perfecto villano. Así lo ha pintado hoy la abogada de la acusación y así lo ve «el pueblo«. En España no se pronuncia al inicio del juicio –como sí se hace en Estados Unidos– aquello de «el pueblo de Córdoba contra José Bretón», pero en pocos casos como éste la frase estaría más cerca de la realidad. Y es que no se me ocurre ahora mismo peor trabajo que el de abogado defensor de José Bretón. El letrado José María Sánchez de Puerta –en un buen alegato– ha pedido hoy al jurado que no vean a su cliente como un ser diabólico, que se trata de un hombre incapaz de hacer daño a nadie. Ha aprovechado esta primera sesión para sembrar la duda sobre la integridad de la familia de Ruth y ha anunciado la que será su baza principal: agarrarse al primer dictamen de la antropóloga de la policía que aseguró que en la hoguera de las Quemadillas solo había huesos de animales. Ese será el trabajo del abogado del villano, el peor trabajo del mundo.