José Bretón no quería volver a la hoguera. La fiscal y la letrada de la acusación particular le querían llevar hoy, en la segunda jornada del juicio, una y otra vez al fuego de las Quemadillas, ese que alcanzó los 1.200 grados y en el que, según la Fiscalía, sus hijos quedaron reducidos a unos fragmentos de hueso tan pequeños que fueron confundidos con roedores por una prestigiosa antropóloga. Bretón ha resistido bien durante casi cuatro horas los embates de dos mujeres, la fiscal y la abogada de su ex mujer. La primera, más sutil, preguntaba a Bretón por su hijos en pasado y él la respondía hablando en presente de los niños, como si en cualquier momento fueron a aparecer por su casa, tal y como dice el guión que escribió el 8 de octubre de 2011. La fiscal le cambiaba el paso de vez en cuando y se volvía mucho más explícita, intentando castigar al procesado, llevándole a rebuscar en rincones oscuros: «¿No es más cierto que usted estuvo en las Quemadillas preparando todo para matar a sus hijos?». Pero Bretón llegaba preparado y soltaba su mantra: «Eso que está diciendo es completamente falso». Así, una y otra vez, hasta media docena de veces.
No quería hablar de la hoguera, Bretón quería hablar hoy de la pequeña Ruth, que por las noches pide agua a su padre, o de José, que le abraza siempre al salir de la guardería. Se lo ha dicho mirando al jurado y con la voz rota. Y Reposo Carrero, la abogada de su ex mujer, empeñada en llevarle de vuelta a la hoguera: «¿Metió usted a los niños vivos o muertos en la hoguera?«.
Bretón es un padre ejemplar, sus hijos son los más guapos del mundo y los quiere con locura. Así lo ha dicho con su voz aflautada, su presencia casi insignificante, las manos siempre en el regazo y lanzando miradas a su izquierda, hacia las siete mujeres y los dos hombres que componen el jurado que decidirá su suerte. Son ellos los que tienen que decidir qué se quemó en la hoguera de las Quemadillas.