Tengo el honor de estar entre los participantes de la segunda edición del Festival Iberoamericano de Novela Policiaca Santiago Negro. Esta misma tarde he estado en la inauguración del certamen, organizado por el Centro Cultural de España en Santiago, y que no sería posible sin la dedicación y el entusiasmo de sus trabajadores y de los dos comisarios: el español Lorenzo Silva y el chileno Ramón Díaz Eterociv. Ellos dos, junto a la escritora argentina Claudia Piñeiro han formado la primera mesa –moderada por la periodista chilena Vivian Lavín– de este encuentro de escritores, periodistas, lectores y libreros del género policiaco.
En esta primera mesa, los tres autores han hablado de las peculiaridades de la novela negra en cada uno de sus países –Claudia Piñeiro ha contado que en Argentina no puede haber protagonistas policías, porque no son de fiar para la mayor parte de la sociedad–, del perfil de los lectores del género –«es un lector más activo, el escritor piensa más en él que en otros géneros», según Díaz Eterovic–, de la escasez de mujeres entre las escritoras –un fenómeno exclusivamente latinoamericano, como ha recordado Lorenzo Silva– y hasta de las incorrecciones políticas en las que los autores de novelas policiacas no tienen más remedio que caer. porque tal y como ha dicho Silva, «la novela negra tiene el desafío de decir la verdad aunque sea incorrecta».
Ha sido la primera mesa de un certamen que se prolongará hasta el domingo y en el que hay varios invitados españoles de mucho más lustre que yo: la escritora Rosa Ribas, el propietario de la librería Negra y Criminal, Paco Camarasa –con los que tendré el honor de compartir mesa de debate–, el dibujante y guionista de cómic Ángel de la Calle… Ellos, junto a un buen número de autores chilenos y de otras partes de América forman un cartel para los amantes de un género que, como ha dicho hoy el padre de Chamorro y Bevilaqua, «no solo enfrenta al lector a un desafío narrativo, sino que mete la cuchara en lo más profundo de la realidad».