La Pringue

Manuel Marlasca


Niza y la yihad individual

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La adscripción o no de Mohamed Bouhlel, el hombre que asesinó a 84 personas en Niza, a una organización terrorista se ha convertido en un caballo de batalla para analistas profesionales y aficionados. Argumentos como «cualquier locura cometida por cualquier va a ser reivindicada por DAESH» o «¿cómo va a ser terrorista islámico alguien que bebía y no respetaba el Ramnadán?» han circulado estas horas, especialmente por las redes.
DAESH hizo suyo el atentado de Niza, atribuyéndolo a uno de sus soldados pocas horas después del ataque, mediante un comunicado a la agencia Amaq, perteneciente al entramado mediático del Califato. Más tarde, Al Battar, una de las productoras de DAESH, también incluía la matanza del 14 de julio en un listado de acciones terroristas del grupo. A estas alturas de las investigaciones, la policía francesa no ha encontrado una relación directa del tunecino Bouhlel con activistas de DAESH establecidos en Siria o Irak. Tampoco consta que el camionero hubiese recibido formación terrorista. Pero lo que sí han dicho ya varios de sus allegados es que en las últimas semanas había lanzado proclamas a favor del Califato, lo que respondería al esquema de la radicalización exprés: alguien que sin ninguna formación religiosa previa abraza los preceptos más rigoristas y peligrosos del Islam y se convierte en terrorista. Un esquema que, por cierto, en España no es desconocido. Jamal Ahmidan o los hermanos Oulad, autores de los atentados del 11 de marzo de 2004, tuvieron una rápida -aunque no tan rápida como el terrorista de Niza- radicalización, que les llevó desde el mundo de la delincuencia al terrorismo yihadista.

Los que hablan de Mohamed Bouhlel como un desequilibrado sin ningún lazo con el yihadismo desconocen las bases que sentó Abu Musab al Suri, nacido como Mustafa Setmarian y con pasaporte español tras casarse con una madrileña. Este sirio de nacimiento, que llegó a estar en la cúpula de Al Qaeda, muy cerca de Osama Bin Laden, es el autor de un manual del yihadismo de 1.600 páginas, «La llamada a la resistencia islámica global«.  En él, Setmarian postula las bases de la «yihad individual», lo que viene a ser «golpea donde puedas, cuando puedas y como puedas», un llamamiento a matar sin necesidad de viajar a zonas de conflicto y sin necesidad de estar integrado en una organización, porque, como decía el terrorista: «la organización debilita». El asesino de Theo Van Gogh, los del soldado británico Lee Rigby en Londres -al que, por cierto, atropellaron antes de degollarlo- Yashim Salhi, el hombre que decapitó a su jefe en Lyon-, Mohamed Merah… Todos ellos siguieron los esquemas de la yihad individual, es decir, actuaron sin conexión con organización alguna.

Las proclamas del sirio-español han sido asumidas por los líderes de DAESH, que ven cómo sus posiciones se debilitan en Siria e Irak y hacen continuos llamamientos a atentar allí donde haya infieles, es decir, en el mundo entero. Mohamed Al Adnani, portavoz de DAESH, lanzó un comunicado en septiembre de 2014 que recuerda a las soflamas de Setmarian o a los artículos que regularmente publican Dabiq e Inspire, las revistas de DAESH y Al Qaeda, respectivamente: «Si no podéis encontrar una bomba o una bala, destrozadles la cabeza con una piedra o asesinarles con un cuchillo, atropelladlos con vuestro coche, tiradlos desde un lugar alto, estranguladlos o envenenadlos.»

Que el asesino de Niza no haya tenido contacto con DAESH o con cualquier otra organización no resta al atentado su carácter yihadista: el camionero siguió al pie de la letra las instrucciones lanzadas desde el corazón del Califato y además preparó el atentado con esmero. Alquiló el camión, vació su cuenta corriente, compró un arma, dejó pagado el colegio de sus hijos… A todos nos tranquilizaría mucho más que Bouhlel fuese, sin más, un loco. Pero todo parece indicar que es un loco infectado por el delirio del terrorismo salafista.



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