Veinte horas estuvo Diego Torres dando muestras de su verborrea. Contestó durante dos jornadas y media al fiscal Horrach, a la abogada del Estado y a la letrada del Gobierno balear. Contestó de forma tan prolija que parecía querer acabar con los interrogatorios por agotamiento, por abandono del que preguntaba. Con una cuidada apariencia de solvencia, de seguridad, tirando de documentos o de la memoria de su ordenador portátil, aportaba detalles que muchas veces poco tenían que ver con las cuestiones que le planteaban.
Pero todo se rompió a última hora de esta mañana, cuando Virginia López Negrete, abogada de Manos Limpias –la acusación popular que ha logrado sentar en el banquillo a la hermana del Rey– llevaba pocos minutos interrogando a Torres. Le preguntó por una aparente contradicción entre lo que dijo al juez instructor José Castro y lo que decía ahora sobre si la infanta Cristina sabía si José Manuel Romero, asesor jurídico de la Casa del Rey, era el enviado del Rey Juan Carlos en el Instituto Nóos. En la instrucción, Torres dijo que la infanta lo conocía perfectamente, mientras que ahora decía desconocerlo. La abogada le ha repreguntado sobre ello, le ha apretado con la anuencia de la presidenta del tribunal, que le ha instado a responder. Y, de pronto, Torres ha decidido callar, dejar de contestar, guardar silencio. Virginia López Negrete ha estado rápida y ha lanzado una sombra de sospecha que va a pesar durante todo lo que queda de juicio: «¿Ha hecho algún pacto con alguien y por eso ha cambiado su declaración?». Torres, tambaleante, dubitativo, vacilante, como un boxeador que recibe un directo en la mandíbula, no ha contestado ni a a esa ni a ninguna de las decenas de preguntas que la letrada ha recitado para que constasen. Todas, incluso la que sugería un pacto de Torres con Urdangarin para responsabilizar de todo a Miguel Tejeiro, han sido permitidas por la presidenta, lo que ha provocado la airada protesta del abogado defensor de la infanta Cristina: nada de lo que estaba preguntando la abogada tenía que ver con los delitos que han sentado finalmente a la hija del rey emérito en el banquillo, dos delitos fiscales.
López Negrete quería emplear al procesado Torres como testigo contra la procesada Cristina de Borbón. Lo ha dejado claro en las preguntas que ha consignado, tan claro como que, pese a que pide más de 20 años de prisión para él, no le interesaba atornillar la acusación contra Torres. Le quería solo como el taladro para trepanar penalmente a la infanta en unos hechos por los que no está siendo juzgada. Una vez más, Samantha Romero, la presidenta del tribunal, ha mirado para otro lado y ha dejado a Virginia López Negrete agarrar, retorcer y desgarrar la yugular de la infanta. La juez se ha convertido hoy en la mejor aliada de Manos Limpias.