Bruselas y el odio a nuestro sistema de vida

 

Khalid El Bakraoui, Ibrahim El Bakraoui y Najim Laachraoui.
Khalid El Bakraoui, Ibrahim El Bakraoui y Najim Laachraoui.

Desde el pasado mes de diciembre, los servicios de inteligencia occidentales tenían la seguridad de que alguna ciudad del centro de Europa iba a ser objetivo del terrorismo yihadista. Casi con resignación, un inspector de la Comisaría General de Información me dijo hace unas semanas: «Amsterdam, La Haya, Berlín… Pero la que más papeletas tiene, sin duda, es Bruselas». Desgraciadamente, su predicción se cumplió ayer. Los yihadistas dejaron una treintena de muertos y esa sensación de que poco o nada se puede hacer con quien ama la muerte tanto como nosotros amamos la vida, tal y como dijo Mohamed Merah, el autor de siete asesinatos en Toulouse en 2012, antes de ser abatido por agentes franceses.
Tras los atentados de Bruselas, como tras los de Madrid, los de Londres, los de Nueva York y los de París se han repetido los mismos patrones: un enorme dolor, la impotencia ante un enemigo desconocido hasta hace bien poco y algunas explicaciones –no quiero pensar que son justificaciones– que culpan a Occidente de todos y cada uno de esos asesinatos en masa. Me niego a aceptar esas explicaciones. Los autores de la matanza de Bruselas, igual que Mohamed Atta –el líder de los pilotos del 11S–, igual que Jamal Ahmidan –el jefe militar de los atentados de Madrid– e igual que todos los autores de las recientes matanzas en Europa firmadas por DAESH tienen algo en común: su odio a un modo de vida, a un sistema de valores y a algo que aquí llamamos democracia occidental. Ellos aborrecen que la religión –su perversa forma de entender la religión– no rija nuestras vidas. No quieren que las mujeres estudien ni trabajen. Odian la separación de poderes, el estado de derecho y todo lo que no signifique volver a la Edad Media en la que viven los talibanes o los territorios controlados por DAESH en Siria e Irak y en la que nos quieren sumir a todos los que ellos califican de infieles. Ese odio a nuestro sistema es el principal causante de los atentados.
¿Quiere esto decir que Occidente no ha cometido terribles errores en esa parte del mundo? Por supuesto que los ha cometido: una guerra en Irak de imposible justificación y que supuso el desmembramiento de las estructuras de un estado que ahora han caído en manos de los psicópatas del DAESH, una invasión en Afganistán sin una posguerra bien planificada, una aberrante complicidad con un tirano como Al Assad en Siria… Pero ni el 11M fue una consecuencia de la guerra de Irak –el libro de Fernando Reinares ¡Matadlos! desmonta esta teoría–, ni de las víctimas de DAESH tienen la culpa nadie más que los criminales capaces de causar el infinito daño que han provocado en París y Bruselas. Sostener lo contrario es darles munición.

Publicado por

manuelmarlasca

Reportero. Se me ve por La Sexta y se me oye en Onda Cero.

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