La segunda cruz roja de la inspectora jefe

La inspectora jefe Carmen Pastor se despide. Pasa a segunda actividad y abandona una larga vida profesional entregada, sobre todo, a la resolución de asesinatos. Mi compañera Cruz Morcillo le dedicó hace unos días este artículo en el diario ABC y yo rescato la entrada que publiqué cuando le concedieron su última cruz al mérito policial con distintivo rojo. 

(publicado originalmente el 04.10.2013 en zoomnews)


“Rondo los cincuenta”, dice con un punto de coquetería cuando se le pregunta la edad, pero no tiene problemas en decir que entró en la Policía en 1982, en la segunda promoción de la que salieron inspectoras, unas pioneras. De aquellos tiempos recuerda con cariño sus prácticas en La Pringue, la Brigada de Policía Judicial, en un grupo etiquetado como “Delincuencia juvenil” y conocido como el grupo de sirlas, de navajeros. Allí le cogió el gusto a la policía judicial, a escribir diligencias, a tomar declaraciones y, sobre todo, a la investigación. El viejo caserón de la Puerta del Sol –hoy convertido en sede de la Comunidad de Madrid– fue el escenario del flechazo de esta mujer con la investigación criminal.Tras las prácticas, la jura y el paso casi obligado por Barcelona, el primer destino, junto al País Vasco, de todos los policías de aquella época. Una comisaría de distrito fue su primer destino antes de regresar a Madrid, donde recayó en Policía Científica, lo que entonces se llamaba el Gabinete. Allí aprendió a revelar huellas, a distinguir documentos falsos, a realizar inspecciones oculares…

Diez años después de ingresar en la policía, su primer jefe, el que comandaba el grupo de sirlas, se acordó de aquella inspectora en prácticas y algo debió ver en ella porque la reclamó para formar parte de uno de los grupos de Homicidios de Madrid en 1992. Y ella vio cumplido su sueño: “Siempre quise perseguir el peor de los delitos, el asesinato”. Dos y hasta tres grupos se repartían en aquellos años las investigaciones de todos los crímenes de la demarcación policial de Madrid. Ella repasa su trayectoria, los asesinatos resueltos, las víctimas consoladas, los criminales a los que engrilletó… Y se acuerda de Javier Rosado y de su amigo Félix, que mataron a un limpiador durante el desarrollo de una siniestra partida de rol; y recuerda a los tres muertos en el monte Gurugú, asesinados en un ajuste de cuentas; rememora a Jonathan, un niño gitano perdido y cuyos huesos se encontraron en San Fernando de Henares, y no se olvida de Anabel Segura, la joven secuestrada y asesinada por dos fracasados antisociales que querían solucionar sus vidas de mierda pidiendo un rescate por la primera víctima que encontrasen en La Moraleja…

Allí, en La Pringue, recibió al siglo XXI. Ya no estaba en el viejo caserón de Sol, ni en Pontejos. Los grupos de Homicidios y todo el resto de la Brigada de Policía Judicial se mudaron a un moderno, funcional e impersonal edificio en la calle del Doctor Federico Rubio y Gali. Allí vivió sus mejores momentos y la peor experiencia por la que puede pasar un policía. Era agosto de 2002. Ella, Salva –su compañero, su pareja en Homicidios, su amigo–, y otros dos compañeros de vigilancias tronchaban un piso de Ciudad Lineal esperando a que entrase el sospechoso de haber asesinado unos días atrás a un ecuatoriano en un locutorio.  El sospechoso y su colega, dos mal nacidos llegados desde Colombia para ganarse la vida de cualquier manera menos trabajando, la emprendieron a tiros con los policías. A Salva una bala le partió el corazón y varios proyectiles más alcanzaron a otros dos policías, que lograron abatir al asesino, mientras la inspectora detenía al otro colombiano sin ni siquiera poder ver cómo se le iba el último aliento de vida a su compañero.

Aquel tiroteo y su actuación posterior le valieron su primera cruz roja al mérito policial y también le costó dejar lo que más quería, la investigación de homicidios. Pasó varios años en Delitos Monetarios. Allí se dedicó a desmantelar organizaciones que blanqueaban dinero procedente del tráfico de drogas y hasta se incautó de una avioneta que hoy forma parte de la flota aérea de la Dirección General de la Policía. Un breve paso por el CICO –un organismo de coordinación– y el ascenso a inspectora jefe en 2008, que tuvo como premio el puesto de Jefa de la Sección de Homicidios y Desaparecidos de la Comisaría General de Policía Judicial.

Allí, desde su despacho de Canillas, manda ahora tres grupos, una veintena de hombres y mujeres y disfruta de la investigación. Enjuta, con mirada de lista y con más de 400 cadáveres acumulados en el fondo de su retina, le sigue gustando pisar el barro. Rememora sus últimos crímenes resueltos y sus últimos servicios a pie de calle, como el levantamiento de los cadáveres descuartizados de la jugadora de voleibol holandesa y su pareja: “Tipos hechos y derechos no podían aguantar aquello”, cuenta con cierto orgullo. Se manchó de barro buscando el cuerpo enterrado en un bidón de Ana María Martos, desaparecida nueve años atrás y su aspecto tan alejado del de una inspectora de policía le sirvió para entrar y salir de Las Quemadillas –la finca maldita de Bretón– sin que nadie reparase en ella.

“Me gusta el trato con el público, por eso me gustaban las inspecciones de guardia en las comisarías”. Y por eso fue la encargada de atender a Ruth Ortiz, la madre de Ruth y José Bretón; se convirtió en el cordón umbilical con el que la tercera víctima de José Bretón  permanecía unida a la investigación, a los encargados de acumular pruebas para asegurarse de que el criminal no volvería a hacer daño a nadie más. Atendía al teléfono a Ruth a cualquier hora, cualquier día y trataba de aliviar un dolor irreparable con palabras y con la promesa de que ella y los suyos harían todo lo posible por encerrar durante muchos años a ese monstruo. En el juicio contra José Bretón no dejó ni un resquicio para que se colase la rebuscada estrategia de defensa de Bretón y su testimonio fue demoledor. El día de la sentencia no hizo aspavientos. Misión cumplida.

Casada con un policía, prima de un comisario, sobrina y ahijada de un policía, hoy recibe su segunda cruz roja al mérito policial.

Publicado por

manuelmarlasca

Reportero. Se me ve por La Sexta y se me oye en Onda Cero.

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