No sé si lo sabrá –hoy los psiquiatras han dicho que no es tan inteligente como todos pensaban–, pero hoy ha sido un buen día para José Bretón. Hoy, por primera vez, su defensa ha logrado cuestionar muy seriamente una de las pruebas. Y no ha sido una prueba cualquiera, sino una tan importante como la grabación de las imágenes del coche de Bretón llegando al parque Cruz Conde el 8 de octubre de 2011. Según un especialista, Vicente Peris, en ese coche no iban los niños, pero según el perito propuesto por la defensa, Fernando Caballero, con esas imágenes es imposible determinar si iban o no. ¿Empate? Probablemente, pero la defensa ha hecho algo que ha servido para desempatar, un golpe de efecto que en un juicio con jurado popular como éste puede resultar muy eficaz. La defensa de Bretón –uno de los compañeros de Sánchez de Puerta, él no se ha desgastado en hacer de malo– ha intentado desacreditar a Vicente Peris: sabía que sus únicos estudios eran los de música y que su especialidad era fotografiar estrellas, planetas y constelaciones, algo que ha puesto de manifiesto ante el jurado y algo muy alejado de la materia sobre la que tenía que hablar allí. De nada ha servido que el perito dijese que la NASA había publicado sus imágenes, que también lo hubiesen hecho importantes revistas científicas o, lo que es mucho más notorio en este caso, que tenga un largo historial en servicios a la policía analizando imágenes. Tampoco ha ayudado mucho el perito, que se ha querido extender en una presentación más propia de una clase magistral que de un tribunal, hasta el punto de que el presidente le ha llamado la atención y le ha recordado que estaba allí para decir si en el coche de Bretón viajaban o no viajaban sus hijos. Y tampoco han ayudado nada las reconstrucciones hechas por la policía y sobre las que trabajó Vicente Peris: el letrado ha enseñado al jurado hasta cuatro reconstrucciones y en todas ellas, el coche que simulaba ser el de Bretón circulaba mucho más despacio que en la imagen real. Ese simple visionado ha bastado para que la defensa haya hecho su trabajo, que en este caso es sembrar la duda: ¿Y si Bretón llegó al parque con sus hijos?
Desde la sesión de ayer, el abogado de Breton repite una pregunta a varios testigos: ¿puede establecer la mecánica de la muerte de los niños, decir cómo murieron? Nadie lo sabe. Como hoy, tres doctores tampoco han sabido decir cuántos orfidales hay que dar a un niño para matarle. Sembrar la duda. Ese es el trabajo que hoy han hecho muy bien los abogados de José Bretón.