Hoy José Bretón no ha mirado de forma intimidatoria, como otros días, a los testigos. Hoy se ha sentido traicionado. Quien ha ocupado la silla de los testigos durante más de tres horas ha sido el subinspector del Cuerpo Nacional de Policía 62.134, el policía-sombra, el agente que pasó más de 200 horas con Betrón entre el 10 y el 17 de octubre de 2011, las horas previas a su detención. Fue el policía al que Bretón le dijo que Ruth era una «gran puta»; que en la calle era un mierda, pero que en su casa mandaba él; que en su casa, como él pagaba, se follaba cuando él decía… Fue el confesor de Bretón, a quien le habló de sus problemas para eyacular con Roberta, una prostituta con la que estuvo días atrás; fue el policía al que pidió que le detuviesen ya cuando el subinspector le hizo pararse sobre las cenizas de la hoguera de Las Quemadillas y le preguntó por sus hijos; fue el policía al que después de estar encarcelado le pidió que le pusiesen en libertad y que traería a los niños «vivos o muertos». Como ha dicho hoy Luis Rendueles en Más Vale Tarde, el 62.134 hizo de poli bueno y de poli malo simultáneamente: era quien le apretaba y quien le dejaba en casa todas las noches, advirtiéndole de que no hiciese ninguna tontería.
Su testimonio ha hecho mucho daño a José Bretón, mucho más del que hemos percibido en la sala, donde las palabras del 62.134 han cortado el aire para clavarse, una vez tras otra, en el pecho de Bretón. Tanto, que José María Sánchez de Puerta, su abogado, ha puesto toda la carne en el asador para intentar desacreditarle, para intentar poner en duda su testimonio. Pero no ha insistido, porque el abogado de Bretón es un tipo inteligente y ha visto que en las palabras del 62.124 no había una sola fisura. El subinspector lo ha dejado bien claro: los días que pasó junto a Bretón no se le olvidarán en la vida.