«Reportera de sucesos de libreta y paraguas. La calle es mi territorio natural». Así se presenta Cruz Morcillo en Crimen y Testigo su recién estrenada web. Fiel a sí misma, a su pulcritud y a su precisión de cirujano usando el lenguaje, se define a la perfección en muy pocas palabras. Yo carezco de esa habilidad, así que os voy a hablar de Cruz usando alguna palabra más.
Conocí personalmente a Cruz mucho después de comenzar a leerla. Su compañero en ABC Pablo Muñoz y ella forman desde hace varios años la mejor sección de sucesos de la prensa nacional y son una referencia obligada para todos los que nos dedicamos a la información policial y de tribunales. Hasta que la conocí, unas cuantas fuentes de información me habían hablado maravillas de ella. Recuerdo a un viejo comisario socarrón, hoy jubilado, que me dijo: «me fío de muy pocos periodistas y Cruz y tú sois de los pocos que hay de fiar, pero entenderás que la prefiera a ella».
ABC –Pablo y Cruz– e Interviú –Luis Rendueles y yo– competíamos en la cancha de la información. Cinco días nos pegaban ellos y un día lográbamos pegar nosotros. Siempre con respeto mutuo, con esa competitividad tan feroz como elegante que ya no se estila en casi ninguna parte. Sin ir a lloriquear a ninguna fuente porque hoy hubiese preferido a ABC… Cuando conocí personalmente a Cruz entendí la razón por la que habíamos pasado tanto tiempo respetándonos desde la pugna diaria: Cruz es heredera de viejos códigos que apenas sobreviven ya en nuestro oficio. Cruz se crió profesionalmente en una redacción en la que se fumaba, se chillaba, en la que las mujeres eran tan machistas, deslenguadas y procaces como los hombres y en la que su jefe –el eterno, el enorme, el maravilloso Ricardo Domínguez, aquel que encabezaba las expediciones a Portugal durante el juicio por los crímenes de Puerto Hurraco– le enseñó que uno se hace periodista en la calle; que las fuentes hablan más por las noches, pero que hay que cuidarlas a todas las horas del día; que en este oficio no hay tiempo para la autocompasión ni para el victimismo; que si te pegan un día, trabaja más horas al día siguiente y pega tú; que colgarse una medalla por dar una exclusiva no merece la pena si traicionas a una fuente, aunque luego se te quede cara de imbécil cuando ves tu exclusiva en una nota de prensa…
Hace unos años, le llegó a Cruz la oportunidad de comenzar a colaborar en televisión. Ella tenía dudas, se sentía incómoda en un medio que le era desconocido y hasta hostil, pero su solvencia le hizo convertirse pronto también en referencia en ese medio. Después llegó Palabra de Vor –escrito junto a Pablo Muñoz–, un libro imprescindible para entender el fenómeno de las mafias rusas y que yo sigo consultando cada vez que tengo que hablar del tema…
Hablo con frecuencia con Cruz y la veo menos de lo que desearía. He coincidido con ella últimamente en dos comidas de despedida de viejos comisarios, donde la he visto emocionarse –y eso que siempre me tengo que ir antes de los postres por el horario de mi programa–, recordando cómo la trataban cuando acababa de llegar a este mundo y cómo su lealtad y su trato a las fuentes la hicieron ganarse la confianza de tipos que tienen las desconfianza por profesión. Generosa siempre, me ha ayudado cuando se lo he pedido; alerta siempre, sigue protegiendo a sus fuentes aún cuando yo vaya a verlas a los dos minutos de salir ella del mismo despacho… Cruz hace bueno aquel dicho de los viejos reporteros, hoy impronunciable por su incorrección política: «En el pan como hermanos, en la información como gitanos».
En tiempos como los que corren ahora para los reporteros de libreta y paraguas, Cruz ha encontrado en la red un sitio en el que poder contar todo aquello que no cabe en las páginas de su adorado ABC o lo que algún papanatas que ha hecho carrera de despacho en despacho, sin pisar la calle, decide que no tiene interés para el lector. Así que Crimen y testigo ya está añadido a mis sitios favoritos de Internet. A Cruz hay que seguirla siempre.