Los que seguís este blog ya habéis leído la devoción que profeso a la librería Negra y Criminal, un templo del género situado en el barrio de la Barceloneta, regentado por dos libreros de verdad, Paco y Montse. En mi última visita allí, me dejé asesorar por ellos, como hago siempre, y Montse me recomendó Dura la lluvia que cae, una novela de un autor del que nunca había oído hablar, Don Carpenter. El libro, editado por Dumo, estaba avalado por un prólogo de George Pelecanos, uno de los artífices de esa obra de arte de la televisión, The Wire. Y, naturalmente, ni Pelecanos ni Montse fallaron. Me he devorado las 350 páginas de la novela en un par de días, en los que he tenido esa extraña e infrecuente sensación que tenemos los lectores cuando estamos avanzando por las páginas de un libro, con el convencimiento de que tardaremos mucho en volver a leer algo que nos sorprenda y nos guste tanto.
Vaya por delante que, tal y como de advirtió Monste, Dura la lluvia que cae no es una novela negra. Pelecanos dice en el prólogo que es «literatura popular de la mejor especie». Yo no me atrevo a etiquetarla, tan solo aseguro que es un libro extraordinario. Carpenter cuenta la historia de dos tipos entre 1947 y 1960, un blanco y un negro, igual de inadaptados que comienzan siendo delincuentes juveniles y buscan cada uno una difícil redención.
La vida en los salones de billar, en los penales más duros de California, en los tugurios de Seattle y Portland… Jack y Billy nos acompañan en un recorrido plagado de personajes amorales, despiadados, pero que rezuman realismo y humanidad en el peor sentido de la palabra. A lo largo de la historia percibimos el fatalismo y la falta de escapatoria para los dos personajes. No hay tabúes para Carpenter, que se atreve a ser políticamente incorrecto con el sexo, las diferencias raciales, el sistema de justicia norteamericano…
No quiero destripar más un libro, al que merece la pena enfrentarse casi desnudo, solo con las referencias de una librera y de Pelecanos.