Soy coautor –junto a Luis Rendueles– de tres libros y, pese a ello o precisamente por ello, desconfío de los libros escritos por periodistas sobre asuntos de actualidad. Suelen quedarse en un par de centenares de páginas de refritos rápidos –lo que las editoriales llaman instant books–, en elucubraciones sin demasiado fundamento o en pequeñas introducciones para el interesado en temas de gran calado. Naturalmente, hay excepciones: en mi estantería hay unos cuantos ejemplares de volúmenes escritos por colegas, que sigo consultando y son obras de referencia. Acaba de incorporarse a esa estantería Palabra de Vor, de Cruz Morcillo y Pablo Muñoz, los componentes de eso que antes se llamaba la sección de sucesos del diario ABC –ahora están integrados en Nacional–.
El libro aborda un tema que conozco bien, el de las mafias rusas en España, y por tanto lo he leído con una mirada crítica, que sé que los autores –colegas y amigos– me hubiesen exigido.
El libro es un ejercicio de valentía, de responsabilidad, de fidelidad a las fuentes y, sobre todo, de periodismo. De valentía, porque escribir de mafia rusa no es escribir del 11-M o de Antonio Anglés –dos temas que he abordado yo en mis libros–. Escribir de mafia rusa es exponerse, quedar al descubierto armados nada más que con su verdad y su trabajo ante la que es, sin duda, la mayor organización criminal que opera hoy en el mundo.
Palabra de Vor es un ejercicio de responsabilidad porque Pablo y Cruz callan lo que tienen que callar, que es bastante. Callan para no poner en mayor peligro a nadie. Todos los que en España han luchado contra las organizaciones criminales rusas o georgianas están en un peligro real, comprobable y comprobado por algunos de ellos. Muchos de ellos salen en el libro, pero los autores no los identifican o no dicen el peligro en el que están.
El libro también es un perfecto ejemplo de lealtad y fidelidad a unas fuentes de información a las que los autores deben, no sólo gran parte del contenido del volumen, sino la ingente cantidad de informaciones que han escrito en su diario sobre el tema. Las fuentes permanecen aquí anónimas –hay inspectores, comisarios, confidentes, magistrados, fiscales…– y una lectura atenta permite ver el grado de fidelidad y de lealtad que los autores mantienen a sus fuentes, logrando un equilibrio muy raro de ver ahora por estos pagos del periodismo de sucesos.
Y, por último, Palabra de Vor es un ejercicio de buen periodismo. No hay una sola elucubración, todo lo que se cuenta son informaciones avaladas por las diligencias policiales y judiciales instruidas contra las organizaciones criminales rusas o por el testimonio de personas directamente relacionadas con las investigaciones. Las jugosísimas conversaciones entre los mafiosos son reales, tan reales como las magistrales descripciones de las vestimentas o de las mansiones de estos ladrones de ley que han querido –y aún hoy quieren– poner a nuestro estado de rodillas. Al otro lado hay personas que han hecho de la lucha contra estos mafiosos el principal objetivo de sus vidas profesionales y que atesoran una inagotable capacidad de análisis, trabajo y hasta ingenio –atención al sistema para vigilar la casa de Malyshev–.
Como dice el título del post, Palabra de Vor es una lectura necesaria para conoce la verdadera dimensión del crimen organizado en el siglo XXI. Personajes como Kalashov, Malyshev o Petrov son criminales conectados con las instancias más altas de los gobiernos, con el poder económico y con la cabeza de sectores tan sensibles como el energético. Sus acciones no crean inseguridad y no aparecen en las estadísticas que tanto gustan a los responsables policiales, pero son capaces de establecerse casi como un estado paralelo –ahí está Georgia o Rusia–.
Enhorabuena, colegas. Nos seguimos viendo cada mañana en el quiosco.