Gabriel Jordá fue arrestado a las 19 horas del lunes –hora de Guatemala– en las inmediaciones de Casa Guatemala, en Río Dulce. La publicación en Interviú del reportaje en el que contábamos su historia precipitó la detención del pederasta fugado. Los responsables de la ONG actuaron con rapidez y denunciaron ante la Fiscalía la presencia del voluntario español en su orfanato después de conocer quién era en realidad el profesor que llevaba con ellos desde 2007. Jordá será enviado a nuestro país en las próximas horas.
Casa Guatemala ha actuado con una celeridad absoluta. Me consta que la revista Interviú apenas acababa de llegar a los quioscos, cuando el responsable de la ONG en España despertó a la directora del hogar en Guatemala para que tomara las medidas encaminadas a facilitar la detención de Gabriel Jordá. Se le aisló y se le impidió de manera tan discreta como eficaz que pudiese abandonar el centro.
No sería justo recordar a Casa Guatemala como el lugar en el que se refugió huyendo de la Justicia un pedófilo. Casa Guatemala no sabía absolutamente nada del pasado de Jordá, porque el fugitivo llegó allí con su pasaporte en regla –nadie se lo quitó como medida preventiva–. Y cuando se supo quién era, la ONG hizo todo lo posible para que no pasase ni un minuto más con los niños allí acogidos. He tenido la oportunidad de conocer más a fondo estas últimas horas los entresijos de Casa Guatemala. He sabido que, por ejemplo, sus instalaciones fueron arrasadas en el terremoto de 1997 y que las han vuelto a levantar con el empeño y el trabajo de un puñado de voluntarios llegados de todo el mundo. He sabido que subsisten con un programa de apadrinamiento –ahora reducido a la mínima expresión por la crisis– y unos pocos colaboradores captados por los voluntarios y los responsables de la ONG. Me he enterado de que el Hotel Backpackers, situado cerca del hogar, es donde los niños criados en el hogar se labran un futuro… En las últimas 24 horas me han contado muchas historias sobre Casa Guatemala, sus voluntarios, sus fundadores, sus niños allí acogidos… Y todas son mucho más importantes que la de Gabriel Jordá.