Hoy es 11 de septiembre


Hoy es 11 de septiembre. Hace nueve años que el mundo cambió. Creo que a estas alturas, esa afirmación es indiscutible: unos terroristas bien financiados y adiestrados dejaron claro que occidente y sus valores –esos que nadie nos ha regalado, sino que se han conquistado tras siglos de lucha– eran vulnerables, golpeando en el mismísimo corazón de Nueva York, la abierta, la tolerante ciudad de Estados Unidos, que encarna mejor que ninguna en el mundo esos valores: la democracia, la tolerancia, la igualdad entre hombres y mujeres, la libertad…
Confieso que cada 11 de septiembre, igual que cada 11 de marzo desde 2004, dedico unos minutos a recordar lo sucedido y me emociono pensando en los ataques terroristas, en las víctimas, en el shock vivido por dos ciudades a las que amo –Madrid, donde nací yo y nacieron mis hijos, y Nueva York, mi ciudad favorita, a la que intento volver siempre que puedo–. Aquel 11 de septiembre mi percepción fue que unos tipos querían acabar con mi sistema de vida –lo que se denomina democracia occidental–, al que odian por razones que desconozco: odian que en las escuelas haya niñas, odian que Dios permanezca en la esfera privada de cada uno, odian que haya leyes hechas por los hombres… Tuve esa misma percepción el 11 de marzo de 2004, cuando Al Qaeda golpeó Madrid y siempre pensé que si los terroristas islámicos no habían atacado mi ciudad antes era porque no habían podido y no porque considerasen que la participación de España en la guerra de Irak les daba carta blanca para hacerlo. Hoy he leído en El País este imprescindible artículo que firman Ignacio Cembrero y Fernando Reinares y que apunta hacia esa tesis. Es decir, Al Qaeda ya tenía a España como objetivo antes de la intervención española en Irak. Era cuestión de tiempo.
Este 11-S ha sido especial. Un descerebrado reverendo de Florida, con pistola al cinto –genial reportaje de John Carlin hoy en El País sobre el tema–, amenazó con hacer una quema pública de coranes, un barbaridad bendecida por la libertad de expresión casi sin límites que contempla la Constitución norteamericana. El miedo ante las consecuencias de semejante incorrección política se extendió por el orbe y mandatarios de todo el mundo se apresuraron a condenar la estupidez del reverendo Jones. Completamente de acuerdo con todos ellos, aunque espero la misma celeridad y la misma contundencia ante la próxima tropelía, por ejemplo, del Ahmadineyad, el presidente de un país que dispone de algo que se va pareciendo a un armamento nuclear y que consiente en su país lapidaciones de presuntas adúlteras y ahorcamientos de homosexuales.
La polémica sobre la instalación de un centro cultural islámico cerca de la zona cero de Nueva York también ha marcado este noveno aniversario. La libertad de culto está bendecida por la Carta Magna norteamericana. El propio presidente Obama lo ha recordado y ha salido en defensa del centro islámico. Desde aquí sólo invito a una reflexión: ¿estaríamos los madrileños de acuerdo en ver una mezquita frente a la cúpula de cristal que recuerda a las víctimas del 11-M? A mí, personalmente, no me gustaría. Creo que hay cientos de emplazamientos en los que la construcción del templo no ofendería a nadie. Aquí y en Nueva York.
Os dejo este vídeo, que recuerda lo ocurrido el 11-S con una canción de Alan Jackson.
Mi recuerdo para las víctimas de ese 11-S y para las del 11-M. En mi caso no hay olvido ni perdón para los autores de esos crímenes. Y yo, como ha dicho el presidente Obama hoy, tampoco estoy en guerra con el Islam. Pero sí con aquellos musulmanes que quieren acabar con mi sistema de vida.