Esta mañana ha salido de la cárcel Manuel Charlín Gama, tras pasar los últimos veinte años de su vida entre rejas. Tiene 78 años y ha pasado tiempo suficiente en prisión, cumpliendo diversas penas, todas ellas relacionadas con el narcotráfico. Recuerdo al viejo Charlín en las sesiones del juicio de la operación Mago, aburrido, vistiendo un traje que no ocultaba su condición de paleto y haciendo visible su jerarquía entre el resto de los procesados en el macrosumario de Baltasar Garzón.
Desde entonces hasta ahora, la familia del viejo Manuel se ha convertido en el clan más poderoso del narcotráfico gallego. Sus seis hijos y algunos de sus nietos han estado implicados en operaciones de introducción de toneladas de cocaína, en blanqueo de capitales, en algún asesinato… Charlín es mucho más que el apellido de Manuel, Melchor, Óscar, Yolanda, Teresa… Es una marca, una seña de poderío en el hermético mundo de los narcos de las Rías.
Los Charlines fueron, junto a Sito Miñanco, los primeros que entendieron que las alianzas con los clanes colombianos eran imprescindibles para funcionar en el negocio de la droga. También fueron pioneros en decirles a sus rivales que la delación se paga con la vida, en emparentarse con otras familias de narcos y en colocar a las mujeres de su clan al frente de organizaciones criminales, cuando todos los hombres estaban encarcelados. Los Charlines son lo más parecido que hay en España a las familias mafiosas sicilianas.
Los policías que llevan mucho tiempo persiguiendo el tráfico de cocaína en Galicia saben bien que Manuel Charlín, el patriarca, ya no es un peligro, pese a haber salido de la cárcel. Ahora, se reincorporará al negocio familiar o disfrutará de una buena jubilación. De momento, la policía y los jueces lo intentan impedir y sólo unas semanas antes de salir de prisión, se desencadenó la operación Repesca, destinada a acabar con sus vías de blanqueo. La batalla que Baltasar Garzón empezó hace más de veinte años, continuará.