Los que echarán de menos a Garzón… y los que no


Al juez Baltasar Garzón le echarán de menos en la Audiencia Nacional policías y guardias civiles dedicados a la lucha antidroga y antiterrorista. Para ellos, el magistrado era una garantía de buena disposición, voluntad de trabajo y colaboración. No le echarán de menos terroristas, narcotraficantes y sus abogados, para los que Garzón era poco más o menos que un justiciero que abusaba de las medidas extraordinarias que la ley pone a su alcance como la prisión preventiva, las intervenciones de las comunicaciones o los registros domiciliarios.
A Garzón le echarán de menos los buenos funcionarios y fiscales de la Audiencia Nacional, aquellos que se involucraban en el trabajo del juzgado, que le robaban horas a sus familias para sacar adelante los macrosumarios instruidos por el juez. No le le echarás de menos algunos de sus compañeros, a los que sacaba los colores con su casi enfermiza capacidad de trabajo, que contrastaba con los atascos de otros juzgados centrales.
A Garzón le echarán de menos los familiares de las personas asesinadas en la Guerra Civil y en la posguerra que aún están enterradas en cunetas, que no han podido aún ver cumplido un deseo tan legítimo como poder dar una digna sepultura a los suyos. A Garzón no le echarán de menos los intelectuales-firmantes-habituales, los cainítas deseosos de encontrar cualquier excusa para partir en dos el país y ajustar cuentas que no consideran saldadas en la transición, aquello para los que el más largo periodo de paz y justicia en la historia de España es una traición a sus caídos. Garzón y su linchamiento era un casus belli estupendo con el que avivar fantasmas del pasado.
A Garzón le echarán de menos los ministros del Interior honestos y serios, como Pérez Rubalcaba, que sabe que su éxito depende, en gran medida, de jueces con osadía, con arrojo y capaces de lanzar órdagos como la ilegalización de HB, la clausura de las herriko tabernas o el cierre de Eguin. No le echarán de menos los políticos que hacen de su profesión una tapadera con la que delinquir robando dinero o encargando atentados al otro lado de la frontera.
A Garzón le echarán de menos muchos abogados penalistas, que se han hecho ricos con los endiablados y muchas veces mal instruidos macrosumarios del juez. No le echarán de menos los jueces del Supremo o de la Sala de lo Penal de la Audiencia que tantas veces tiraron por los suelos sus instrucciones con absoluciones por defectos de forma o por falta de motivación en alguna de las restricciones de derechos dictadas por Garzón.
A Garzón le echarán de menos aquellos que creen que el derecho no tiene fronteras y que los dictadores y los criminales deben ser perseguidos allí donde se encuentren. No le echarán de menos los policías que, gracias a la idea del derecho universal de Garzón, pasaron meses buscando los certificados de defunción de Franco, el general Moscardó y compañía…
A Garzón le echarán de menos los periodistas, el perfecto complemento de un hombre vanidoso, capaz de forografiarse con turistas españoles cuando coincidía con ellos fuera de nuestras fronteras, como si de una celebridad del fútbol o de la canción se tratase. No le echarán de menos todos aquellos que ahora han decidido ajustar cuentas con él, encontrar un agujero en sus debilidades por el que colarse y por el que meterle una carga de profundidad que ha reventado hoy su carrera.
No creo que sea casualidad que a Garzón se le hayan juntado tres causas en el tiempo. Tampoco creo que sea una operación política orquestada por maquiavélicos estrategas de partido. Creo que cuando un juez lleva casi un cuarto de siglo en un destino tan delicado como la Audiencia Nacional deja muchos cadáveres. Y alguno de ellos no debió quedar bien muerto.

Publicado por

manuelmarlasca

Reportero. Se me ve por La Sexta y se me oye en Onda Cero.

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