He hablado antes aquí mismo de este personaje, histriónico y caricaturesco. Jaime Giménez Arbe, el atracador conocido como El Solitario, el asesino de dos guardias civiles y un policía, se descuelga ahora con una autobiografía editada, por cierto, por Txalaparta, la misma editorial que publicaba los libros del etarra-periodista o periodista-etarra Pepe Rei. Lo cuenta en este reportaje mi amigo y maestro Jesús Duva, al que debemos agradecerle que nos ha ahorrado el dinero que cueste el libro, escrito por un tal Iñaki Errazkin a partir de miles de folios manuscritos por El Solitario en su celda de la cárcel de Monsanto (Portugal), donde ha empezado a cumplir las decenas de años de prisión que le esperan.
Según cuenta Jesús Duva en El País, más parecen las memorias de Casanova o de Darek que las de un atracador, ya que dedica mucho más tiempo a narrar sus conquistas sexuales, que a dar cuenta de los atracos durante trece años mantuvieron en jaque a Policía y Guardia Civil.
Vuelve a negar la autoría del asesinato de los guardias civiles Juan Antonio Palmero y José Antonio Vidal, por el que está condenado a 47 años de prisión y justifica sus delitos con los mismos argumentos que ya repitió en el juicio: «Una característica de los bancos que me irritaba y me irrita era la prepotente chulería con la que trataban y tratan a sus clientes. Como vampiros modernos, no se contentan con chupar la sangre de sus víctimas, dejándolas luego recuperarse para volver a sangrarlas, no. Quieren vaciarlas. Más que parásitos, son depredadores. A mi juicio, esta situación debía ser combatida«.
Sí hay una cosa en la que El Solitario no miente y que ha llamado la atención de Duva, buen conocedor del paño. En un pasaje, el delincuente dice: «Los cuerpos policiales tienen la costumbre de no colaborar entre ellos». Pues sí, seguramente estos pisotones de manguera ayudaron a la impunidad que Giménez Arbe tuvo durante más de una década.