Sé que es una guerra perdida. Hace mucho que todo lo que rodea al conflicto entre israelíes y palestinos tiene, al menos en España, un solo punto de vista válido, el de la demonización de Israel y la contemplaciónm hasta extremos vomitivos del empleo que los dirigentes de Hamas y Hezbolá hacen de sus civiles y, muy especialmente, de sus niños. Por eso no voy a insistir en que este conflicto tan desigual –más de mil bajas en el lado palestino, apenas una docena en el bando israelí– tiene muchos matices.
Prefiero que si hay alguien intersado en esos matices, lea el reportaje que publica hoy en El Mundo Bernard-Henri Levy. El filósofo francés, entre otras muchas cosas, plantea unas preguntas que estos días me he hecho yo varias veces: ¿Dónde estaban todos esos manifestantes que claman contra el genocidio de Gaza cuando cientos de miles de musulmanes fueron masacrados en Bosnia? ¿Dónde estaban cuando Putin dejó Grozni reducido a cenizas? ¿Dónde están estos últimos años, cuando en Congo o en la región sudanesa de Darfur se producen matanzas de civiles casi a diario?
El foco, siempre en el mismo lugar: en Israel y, naturalmente, en Estados Uniddos. ¡Ah! Ayer hubo un Madrid una manifestación a favor de Israel. Lo recuerdo porque la prensa no le ha dedicado mucho espacio. Ni siquiera la presencia de un diputado socialista de la Asamblea –sorprendente y gratificante– ha servido para llamar demasiado la atención.