¡Cómo echo de menos a los héroes inexistentes!

Soy reportero de sucesos desde hace más de veinte años, aunque muy ocasionalmente me he apartado de mi especialidad, siempre de manera momentánea, porque se ve que lo único que hago de forma medianamente decente es lo de contar historias de drogas, crímenes y demás. Una de esas veces fue entre 1992 y 1993, cuando pasé una temporada en Bosnia-Herzegovina y en la Krajina, zonas entonces envueltas en una cruenta guerra civil. Fue una experiencia muy enriquecedora en lo personal y en lo profesional, no por la calidad de mis crónicas –entonces trabajaba en el hoy desaparecido diario Ya y en alguna hemeroteca deben conservarse–, sino porque tuve la oportunidad de conocer en Mostar, Sarajevo, Kiseljak, Zenica Travnik, Jablanica y otras cuantas ciudades a magníficos reporteros de guerra, a tipos a los que luego Ramón Lobo –probablemente, el mejor de todos ellos– llamó los héroes inexistentes en un imprescindible libro para todo el que quiera entender este oficio.
Durante la guerra conocí a Javier Bauluz, a Julio Fuentes, a Santiago Lyon, a Ramiro Villapadierna, viajé con Javier Espinosa y traté con muchos otros de los que desgraciadamente no recuerdo los nombres: tipos de la BBC, de ITV, de Reuters, de France Press… Por las noches, en el Holiday Inn de Sarajevo, a la luz de las linternas y las velas, yo me limitaba a escuchar boquiabierto sus historias y a tratar de aprender algo de esa gente que tenía un denominador común: estaban allí para poner voz a la gente de Sarajevo, a los civiles que a diario sufrían el criminal asedio serbio, para los que cruzar una calle para poder ir a por una barra de pan era un ejercicio de supervivencia… No escuché, vi, ni leí en las crónicas de ninguno de esos reporteros hablar de las penalidades a las que los periodistas nos enfrentábamos a diario: el peligro de los francotiradores, de las granadas de mortero, la mortal carretera del aeropuerto, que había que cruzar necesariamente para llegar a Kiseljak, una ciudad controlada por la ONU en la que comprábamos los suministros con los que luego sobornábamos a los soldados de los checkpoints (cigarrilos, botellas…) Nada de eso aparecía en sus crónicas, era material de consumo interno para comentar por las noches, con vaso de rakia y un cigarro. Uno de ellos, un genuino representante de lo que llamaban la tribu, me lo dejó un día muy claro cuando le conté que en la Krajina había estado unas horas detenido por cometer una imprudencia propia de un novato: «Eso no importa una mierda. Nosotros estamos aquí porque nos pagan, pero tarde o temprano nos largaremos a nuestras casas a comer jamón y a salir por la noche… Pero ellos, la gente que ves por las calles todos los días, se quedarán y cuando nos vayamos nadie les escuchará, por eso hay que aprovechar mientras estemos para que les oigan».
Echo de menos a esa clase de periodistas, esos reporteros que se volvían invisibles porque jamás giraba el foco hacia ellos. Estaban en esos lugares porque era su trabajo. Su obligación era llegar allí y contar lo que veían, pero la noticia nunca era si habían llegado tarde, temprano o con dificultades. En los último años la noticia es que un periodista permanezca en Bagdad aunque no sea capaz de transmitir una sola crónica; o escucho minutos y minutos de radio en los que el conductor del programa habla con la enviada especial a Irak para repetirle una y otra vez eso de «cuídate mucho, ten cuidado…»; o veo reportajes de televisión en los que el reportero caminando por las calles ocupa el 60 por ciento del metraje…
Pero lo de hoy ha sido definitivo. La llegada de tres periodistas de la cadena Ser a El Aaiún y su posterior expulsión se ha convertido en la noticia del día y no porque ellos lo hayan querido. Tanto Angels Barceló como Nicolás Castellano se han cansado de repetir que ellos no deben convertirse ni en noticia ni en protagonistas, pero la cadena SER se ha empeñado en ello y junto a la emisora, un buen número de medios que han elevado un gaje del oficio a la categoría de noticia.

Publicado por

manuelmarlasca

Reportero. Se me ve por La Sexta y se me oye en Onda Cero.

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